El verano pasado fue muy especial porque emprendí una nueva etapa lingüística. Lo nuevo era que esta vez no iba a ser yo la receptora de la enseñanza sino mis peques (de 9 y 11 años).
Tengo que confesar que me fui con miedo. No habían sido pocas las veces que nos habíamos ido a pasar unos días fuera, que se suponían iban a ser idílicos, y a los tres días empezaban a cansarse y a exigir volver a casa para estar con sus amiguitas. Entonces era cuando maldecías el momento que habías decidido gastar tanto dinero y tanto tiempo en planificar un viaje para ellas.
El viaje a Vancouver también era para ellas pero, a diferencia de otros viajes, aquí tendrían que seguir madrugando para ir al colegio cada día y más de una tarde (incluyendo el fin de semana) la tendrían ocupada para ir a entrenar a un club de saltos de trampolín. Todo ello lejos de sus amiguitas, de su papi y de su lengua. Vaya que se avecinaba un gran desastre y, esta vez, sin posibilidad de volver a los dos días!!! El viaje era de ida y vuelta pero la vuelta era a los dos meses.
Y empieza el cole! Clases de 9 a 15hrs en el International House. Y mi sorpresa fue descomunal cuando día tras día las peques iban al cole sin ningún problema y muy contentas y satisfechas con su aprendizaje.
Cómo ha evolucionado la enseñanza de lenguas extranjeras! El suyo era un enfoque mucho más funcional y comunicativo, en el cual primaba la sociabilidad e incentivar a los estudiantes a participar y practicar todo tipo de situaciones comunicativas. Les enseñaban, no sólo la lengua, sino la cultura del país. Cada semana tenían un tema diferente. Una semana era de gastronomía, otra de fauna, otra de conocimientos generales sobre Canadá. También, un día a la semana se iban de excursión donde tenían la oportunidad de practicar su inglés en situaciones reales.
Qué diferencia de mis clases de lengua en las que nos limitábamos a repetir, memorizar una serie de sonidos, silabas, palabras sueltas y un montón de reglas gramaticales fijas sin tener en cuenta su función social.
Bueno, la verdad es que el viaje fue todo un éxito. No sólo porque disfrutaron mucho de sus clases de inglés. También disfrutaron de sus compañeros de saltos de trampolín, de nuestras excursiones, de la maravillosa gente que nos encontramos y de los amigos que las peques dejaron allí. Por cierto las peques se llaman Sara y Sabrina.
Bueno, y yo también disfruté mucho y practique mucho inglés. Me sorprendió la facilidad que encontramos para comunicarnos con todo el mundo. Vancouver es una ciudad multicultural, acostumbrada a recibir nacionalidades y acentos de todo tipo. Sin duda, si tuviera que aconsejar un lugar para aprender y perfeccionar el inglés ese sería Vancouver.